El verdadero valor de las personas no está en cuánto tienen o en cuánto dan materialmente, sino en quienes son moral y emocionalmente, y en la magnitud e impacto que sus vidas tienen en la vida de otros.
Cada uno de nosotros recordamos o tenemos a alguien quien nos dio en el momento preciso un abrazo, nos compartió un buen consejo, nos ayudó emocionalmente o de cualquier otra manera. Y quizá son más memorables aquellas ocasiones cuando alguien estuvo a nuestro lado apoyándonos de forma inesperada, lo bueno e importante es que nosotros podemos hacer lo mismo por otros.
La amabilidad y generosidad de tiempo y espíritu generan cosas buenas y una avalancha de energía positiva puede ser creada.
Hay que ser parte de esa energía positiva y dejar de lado la envidia, el egoísmo, la crítica negativa y la ambición desmedida, pues estas no conducen a nada productivo.
Si realmente deseas tener un impacto positivo en el mundo, lo harás mejor si no te distraes demasiado con tus propios problemas.
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